
Confesiones de una enemiga de la peluquería
El mito de la peluquería como “espacio de distensión” Para la mayoría de mujeres, la peluquería es un espacio de distensión.A mí, sin embargo, no me queda claro cómo es que ir a sentarte durante horas, a que un extraño te trajine el cuero cabelludo y te jalonee las greñas, puede resultarle relajante a alguien. O cómo es posible relajarse cuando una muchacha desconocida introduce una variada gama de herramientas en los resquicios más profundos de tus manos y pies para cortarlos, despellejarlos y limarlos.Me resulta aún más difícil relacionar cualquier idea de “spa” con echarse en una camilla, en posiciones de paciente ginecológica, para que una hija de vecino arranque enraizadas vellosidades de partes íntimas. Las peluquerías son el último lugar donde puedo relajarme; muy por el contrario, me ponen los nervios de punta, me tensan, me agotan. Las odio. “Creo que se me pasó un poquito la mano”, fue lo que dijo mi mamá, ahora sí con cargo de conciencia. Giré el cuerpo, que le estaba dando la espalda al espejo. Al ver mi reflejo, un lamento emergió desde mi estómago hasta la garganta, seguido por borbotones de lágrimas. Durante años de esforzada rebeldía había cultivado orgullosamente una